lunes, 20 de octubre de 2008

Muerte a Ana Sosa Pintona

El estudio de Ana Sosa Pintona está en una torre con paredes de cristal y vistas al centro de la ciudad. Desde allí se realiza su programa de radio La hora de Ana Sosa, en Radio Rosa. Esta periodista del corazón sigue empeñada en entrevistarme, y a mi me apetece. Pero después de la persecución del cementerio he de extremar las precauciones. Sigo en silla de ruedas así que no vamos a vernos en persona.

Suena la sintonía del programa. Al mando de los controles, el técnico de sonido le indica con un dedo que comienza la retransmisión.

—¡Muy buenos días, amigas, y bienvenidas La hora de Ana Sosa! Soy Ana Sosa Pintona y hoy tenemos el privilegio de entrevistar en exclusiva al criminal más buscado del mundo. ¡Y es una mujer! ¡Bienvenida a Radio Rosa, Chelo Insania!

Yo saludo a través del teléfono, arropada por aplausos de lata.

—La prensa está dando una cobertura cada vez más amplia de sus crímenes, señora Insania. ¿Se considera usted una asesina mediática?

—El fin ajusticia los medios.

—Díganos tres razones para matar.

—Traje negro y zapato marrón. Camisetas con mensaje del tipo MY BOYFRIEND IS OVERSEAS. El bolso de polipiel.

—¡Qué horror! ¡Ja, ja, ji! Nuestras oyentes también odian esos bolsos. ¿Algo más?

—Las presentadoras de radio que en lugar de mirar el estado mundo se miran el ombligo. La imbecilidad vestida de firma. El plagio literario.

—Bueno, creo que ya son suficientes… ¡Ja, ja, ji! El perfil del asesino en serie es un varón blanco de entre treinta y cuarenta años, con formación universitaria y reconocimiento profesional. ¿Qué aporta Chelo Insania?

—¿Coj*nes?

—¿La muerte es bella?

—¿En manos de quién?

—¿Ha pensado en escribir un libro?

—¿Le sirve un diario?

—Háblenos de eso. ¿Es cierto todo, todito, todo lo que publica en el blog?

—La verdad está al servicio de la voluntad.

—¿Eso no lo dijo Oscard Wilde?

—No. Aunque admiro la excentricidad y la elegancia de ese hombre, su teoría estética… Y lamento la tragedia de su rechazo social.

—Wilde era homosexual. ¿Le molesta que hablemos de eso?

—A él lo metieron en la cárcel. A mi no me cogerán.

—¿Algún mensaje para su archienemiga?

—¿La ignorancia? Aunque escuchara no lo entendería.

—¡Qué graciosa! Nos referimos, por supuesto, a Tanako Sasanga, de la Brigada de Amenazas de la Interpol.

—Chelo Insania no “amenaza”. Soy partidaria de la acción.

—Anímese, puede que la agente Sasanga esté escuchando nuestro programa.

—En ese caso le diría que... el complemento perfecto de una gabardina son unas botas altas.

—¿Puede explicarse mejor?

—Las zapatillas de tenis son una atrocidad.

—Nuestros oyentes piensan, ¿verdad?, que lo “atroz” es aplastarle la cabeza a una persona, o cortarle el cuello con una katana. ¿Su frivolidad es un escudo?

—¿Qué tal una espada?

—¡Respuestas cortantes, ja, ja ji! Antes de pasar a publicidad tenemos una sorpresa para usted. Tenemos en línea, nada más y nada menos, que a su archienemiga. ¿Puede oírnos, agente Sasanga?

—Sasanga es su nombre, el apellido japonés se escribe delante.

—¿Tiene razón la señora Insania, agente? ¡Entonces disculpe, querida amiga! Recordamos a nuestras oyentes que escuchan Radio Rosa, en riguroso directo con dos personajes de moda: la asesina en serie Chelo Insania, cuyos brutales crímenes son seguidos por muchos de ustedes, y su infatigable perseguidora Tanako Sasanga. La señora Tanako habla cinco idiomas y es cinturón negro de aikido. Vivió en Madrid desde los dos años, hasta que la pusieron al frente de uno de los equipos internacionales de la Brigada de Amenazas. Entonces trasladó su residencia a Lyon, donde está la sede de la Interpol. ¡La señora Insania es toda suya, agente!

—Hola Chelo. Tú estás herida y mi compañero muerto. Podemos acabar con esto antes de que haya más vidas que lamentar.

—Mientras queda vida, no hay tiempo para lamentar.

—Mira, déjate de juegos de palabras. Hablemos de Joy Pachinko.

—Joy Pachinko tiene los días contados.

—Mi gente ha dado con él y lo tenemos a buen recaudo.

—Cada vez es usted más ingeniosa, Tanako.

—Está bien, mi equipo ha investigado el nombre y no ha encontrado nada. ¿Practicas el despiste?

—Su equipo no ha mirado bien.

—¿Qué quieres decir?

—Joy Pachinko está delante de nuestras narices, riéndose de todos nosotros. Diga a su equipo que abra bien los ojos.

—¿Nos animas a encontrarlo antes que tú?

—Por eso hago todo esto.

—¿Qué quieres de él?

—Sus ojos cortados con mi navaja, sus gritos de dolor despertando a los dormidos.

Ana Sosa irrumpe en la conversación:

—¿De donde sale ese rencor, señora Insania? ¿Qué le ha hecho a usted ese Joy Pachinko? Pero no conteste todavía, querida amiga, continuaremos con esta interesante charla después de la publicidad. Escuchan ustedes La hora de Ana Sosa. Recordamos a nuestras oyentes que estamos en directo con Chelo Insania, asesina en serie, y Tanako Sasanga, de la Interpol. Después de la siguiente pausa preguntaremos a Chelo cuál será su próximo paso. ¡No se lo pierdan!

—Queridos oyentes —dice mi voz telefónica—, hablo desde la azotea de un edificio situado en frente del estudio de Radio Rosa. En este preciso momento, estoy apuntando hacia la nuca de la presentadora con una carabina equipada con mira telescópica. Así que mi próximo paso será atravesarle el cerebro con una bala calibre 40 y poner fin a esta entrevista.

—¡Ja, ja, ji! ¡De... déjese de bromas, señora Insania! ¡Paso a publicidad!

—Enseguida escucharán ustedes un crujido seco. Será el proyectil traspasando la cristalera, antes de perforar los huesos parietal y frontal del cráneo de la presentadora. A eso seguirá un golpe fuerte, el de su cabeza contra la mesa, y un golpe suave, el de su cuerpo al escurrirse sobre la moqueta. Será la hora embrujada de la noche en que se abran los sepulcros y el infierno exhale al mundo su infección. Será La hora de Ana Sosa. Cuando escuchen ustedes la sintonía sabrán que el programa ha terminado.

—¡Dentro sintonía! ¡Paso a publicidad! —grita la presentadora, volviéndose ahora hacia la cristalera— ¿Do…dónde está esa pirada? ¿Alguien la ve?

—¡Santa Barbarie! —dice la voz telefónica de Tanako— ¡Chelo, no lo hagas!