jueves, 23 de octubre de 2008

Muerte a James Bored

Soy la chica de Prada que agita los hielos de su cóctel en la barra del hotel. Llevo un traje de noche de seda escarlata que desnuda mi espalda, esclavas doradas, el pelo recogido en la nuca con dos dagas bañadas en oro. Llamo demasiado la atención como para que un hombre como él se resista a intentar llevarme a la cama.

—My name is Bored, James Bored.

El agente cero coma cero siete ocupa ahora la butaca vecina. Se permite el atrevimiento de invitarme por lo que, sin dirigirle la mirada, pido al camarero otro Bloody Mary. Bored toma su clásico Dry Martini agitado, no batido. Las mujeres y las ginebras, me explica, requieren cierta delicadeza que no puede ofrecer una coctelera. Ahora, mientras bebe, le observo directamente por primera vez, un total look de Tom Ford, el reloj Omega equipado con sofisticados mecanismos de ataque y defensa.

El maestro de la seducción sugiere un escenario más íntimo. Al salir a la terraza, su inocente presa siente un escalofrío que decide al gentleman a ponerle sobre los hombros la americana navy con estrechas solapas de raso. ¡Hasta ese gesto huele a polvo de desván! Tengo delante a un personaje agotado, muerto, una parodia del marketing, una recreación infinita de aburridos tópicos. Escondo estos pensamientos tras una sonrisa que le anima a besarme. No es la primera vez que beso a un hombre, pero al hacerlo se revuelven de nuevo todos los reflejos dormidos de mi instinto. Espero que no perciba que las mujeres me huelen tan bien como debo oler para él.

Minutos después reímos en la planta de arriba, bebiendo Dom Pérignon Rosé Vintage 1996 por cortesía de la Corona Británica. El Prada y las esclavas se han quedado en el aseo, del que he salido con la americana solamente. Mostrar las piernas basta para oír que soy una mujer fascinante. Una liga carmesí me ayuda a ocultar la cicatriz del muslo. Pero Bored se deja de juegos y quiere saber para quién trabajo. Le digo que mi misión estaba escrita en la guinda que me he comido. Pregunta si esa misión nos convierte en enemigos, excitado por la posibilidad. Quiere saber si trabajo para Joy Pachinko. ¿Qué sabe él sobre Joy Pachinko? Dice que los servicios secretos no han conseguido datos determinantes. La CIA cree que es una mujer, el MI5 sostiene que es un hombre. Él sospecha que se trata de un agente libre muy escurridizo, un maestro del engaño y el disfraz.

Yo le sirvo más champaña antes de hablar: Joy Pachinko es una mujer desnuda delante de un cirujano que pinta en su cuerpo líneas de belleza discontinuas, Joy Pachinko es el cirujano que pinta en ese cuerpo líneas de belleza discontinuas. Prestando más atención a mis muslos que a mi discurso, me pide que vaya hasta la cama. Deja la copa en la mesilla y se pone de pie, para recibirme rodeando mi cuerpo con los brazos y empujándolo hacia el suyo. Sus manos retiran las dos dagas de oro de mi nunca y el recogido se deshace para él.

—Show me what is hidden, darling.

Pero mientras ceden los botones de la americana su mirada se vuelve turbia, y parece observar que su invitada no ha probado el Dom Pérignon. Antes de que el famoso espía encuentre su pistola se desmaya sobre la cama.

Cero coma cero siete despierta al medio día siguiente con una presión terrible entre los ojos. En la suite no hay rastro de la mujer de las esclavas, salvo la persistencia de su perfume y una erección rebelde, que obligan a James Bored a masturbarse en el aseo antes de ponerse el traje y la pistolera. Apenas sale por la puerta, yo salgo del el armario y corro hacia la ventana. Su Aston Martin abandona el aparcamiento, seguido por tres Hummer de una fundación privada con planes para gobernar el mundo, que lo atacarán antes de llegar a Londres. Bored tratará de pedir ayuda a través de la radio de su Omega, pero el reloj que lleva puesto es la versión convencional del que le entregaron en el laboratorio.

—Never trust in a red dress!

A pesar del cambio, apuesto a que todavía se siente seguro y confiado, al menos hasta que la primera bala atraviesa la carrocería de su Aston Martin. Solo entonces empieza a sospechar que el vehículo que conduce ahora tampoco es el mismo deportivo blindado que le han asignado para esta misión, el que dejó estacionado anoche en el aparcamiento. La sospecha se acentúa cuando no encuentra por ningún lado los pulsadores que accionan las ametralladoras traseras y la tradicional cortina de humo. Los Hummer disparan a discreción, los conductores que vienen en dirección contraria montan sus vehículos en las aceras. La cosa se pone fea en las proximidades del London Bridge, cuando intentan abatirlo con lanzagranadas.

—Queen Victoria!

Mientras trata de esquivar los proyectiles, descubre que el otro extremo del puente está cortado por un trailer y media docena de hombres armados. Bored se ve forzado a probar una de las nuevas características del Aston Martin: lanza el coche a través de las barandas del puente y vuela a cámara lenta al encuentro de las aguas tornasoladas del Thamesis. Para cuando comprueba que el vehículo no es anfibio ya es demasiado tarde.