miércoles, 15 de octubre de 2008

Muerte a Chelo Insania

Chelo significa Consuelo. Ella, que bien podría ser yo, lucha contra las secuelas de un disparo en el muslo y una noche dentro de una tumba. La herida sigue infectada y las fiebres alientan las pesadillas.

La peor de las alucinaciones la expulsa a la noche de la ciudad, el alba del Apocalipsis, el corazón de las tinieblas, armada con el arco de un violonchelo, un arco de cuerda afilada como una navaja. ¿Oyes las contraventanas que cierran, las voces que claman, ¡Está enferma! ¡Está herida! ¡Detenedla!”? Chelo Insania las burla con su máscara de papel, un pastiche, un frankenstein con sombrero de copa, crisantemo en el pelo, rasgos de preciosas maniquíes y ponzoña en la mirada. La locura es una máscara, ¿por qué no explicarlo?, la matanza una matáfora. ¿Oyes la turba reunida en la plaza pública? Hay alguien al frente, un atizador. ¡Miserable Joy Pachinko! ¿Oyes el aullido de su garganta sonámbula? “¡El mal está entre nosotros! ¡La mentira tuerce los labios de Chelo Insania! ¡Soltad a los perros, prended las antorchas! ¡Detenedla!”.

Chelo Insania se apresura, cojea, se refugia en la catedral gótica, de cuyo ábside cuelgan notas de órgano bocabajo como murciélagos. ¿Reconoces la melodía? Sonata en Si Bemol Menor, Opus 35, Marcha Fúnebre de Chopin. ¿Ves como detiene a los perseguidores en el portón de entrada? “¡Por Lucifer arrojado al abismo!”. ¿O son las imágenes de los mártires vueltos de espaldas, “¡Sacrilegio!”, o el aroma de cera e incienso contaminado por una ofrenda de crisantemos blancos, “¡Mala flor en iglesia maldita!”? Ahora domina su bramar el órgano, y es un violonchelo el que amenaza los oídos de la turba, “¡Música perversa!”, y la hace retroceder, con trágicas notas que recorta un arco de cuerda, la punta levantada en las graves, la punta hacia dentro en las agudas…

Habitante del Mundo Libre, es tu turno.

¿Estás dispuesta a asomar tu fe, o dispuesto, donde la turba no se atreve a mirar, donde Joy Pachinko no se atreve a mirar? ¿A sentir el tacto de la navaja abriendo un ojo que se niega a abrirse para empezar a ver? ¡Adelante! El corte de navaja que te regala Chelo Insania es el corte de navaja de Luis Buñuel, el mismo corte de navaja. La sangre limpia el camino hacia una nueva forma de belleza, aunque el rumor exterior parece contrario a permitirlo: “¡Aprisa, detenedla! ¡Interrumpamos el recorrido de su mano antes de que nuestros ojos se abran como bocas, entonces será demasiado tarde! ¡Que el fuego la juzgue! ¡Quemad la catedral gótica con ella dentro!”. Las antorchas trazan arcos en la oscuridad, y la catedral mira hacia la turba feroz con llamaradas en los ojos. ¡La pira del odio! Joy Pachinko sonríe al frente de ella, cuando las vigas de madera se retuercen de dolor y crujen, la bóveda se hunde sobre las gargantas de acero del órgano. “¡Que arda la bruja para siempre en el infierno!”.

Yo, que bien podría ser ella, me revuelvo en un lecho febril a causa de la herida de bala. La catedral es un sueño pero, ¡un sueño abrasador! La turba ignorante clama justicia, sin sospechar la existencia de pasadizos subterráneos bajo la tierra que pisan, vías abiertas con las uñas a través de la ciega superstición. Sí, es pronto para la muerte de Chelo Insania, ¡demasiado pronto! El enemigo es viejo y poderoso y Chelo Insania acaba de nacer. Sale de la tierra removida como de su propia tumba, nace de los desórdenes de una mujer ahogada en pesadillas y vómitos. Alfa y omega. La muerte de esa mujer es el alfa de todas las muertes recogidas en el diario.

Estoy despierta.

Soy la mano insomne que escribe la Lista de Muertos, esos cuerpos que iniciaron su corrupción antes de morirse. Algo huele a podrido. ¡Que no se atrevan a acariciar el futuro con las manos sucias! El que no es capaz de avanzar debe dar muerte a los obstáculos. Morir una persona o una cosa precede a superarla, y el asesinato se convierte en el alma del progreso. Pero cuidado: “asesinato”, “alma” y “progreso” son palabras proscritas en el Mundo Libre, pues en la ciudad abundan los párpados cerrados, párpados temerosos de la navaja de Chelo Insania.

Voy a suponer que está usted leyendo el diario de Chelo Insania, y su nombre es Tanako Sasanga. Sea bienvenida a las llamas del Fin del Mundo; pues se acerca el Juicio Fatal y la tierra que usted conoce tiene los días contados. ¿Lo ve? Usted respeta la ley, y la ley es una etiqueta, y Chelo Insania respeta a las personas que, a contrario que la turba, respetan una etiqueta. La mala noticia es que entre una y otra existen desacuerdos: el código de Chelo Insania responde a su propia visión del mundo, mientras que su ley, Tanako Sasanga, queriendo arroparnos a todos, no da calor a ninguno.

Ahora voy a suponer que tienes los ojos rajados, que estás leyendo el diario de Chelo Insania y tu nombre no es Tanako Sasanga. Sé bienvenida, sé bienvenido, a las llamas del Fin del Mundo; pues se acerca el Juicio Fatal y la tierra que conoces tiene los días contados. ¿Lo ves? Si después de leer no vomitas tu propia bilis y no tienes nadie a quien matar, avergüénzate. Si no has hecho tu propia lista de muertos es que no has aprendido nada. Si no haces una lista entonces, avergüénzate, formas parte de una lista. Y arderás el Día del Juicio Fatal, oh sí, tendrás tu merecido.

Ahora voy a suponer que nada de lo que estás leyendo te resulta familiar, que estos desordenes te son extraños como una lengua muerta. Supongo que eres amigo de Joy Pachinko —sonámbulo, conforme, complaciente y satisfecho—, que tienes un cerebro infundibuliforme, y que tu vida consiste en matar el hambre, matar el sueño, matar la curiosidad, matar el tiempo… Si mis suposiciones son ciertas, atiende este aviso: el conformismo, la complacencia y la satisfacción, con otros nombres, están en la lista de Chelo Insania. Y el Día del Juicio Fatal, oh sí, tendrás tu merecido.