miércoles, 28 de enero de 2009

Muerte a Twenty Tararino

Twenty Tararino acostumbra a reservarse un cameo en sus películas, un personaje secundario condenado a morir. El director está sentado en el sillón de maquillaje cuando la Interpol irrumpe en su estudio:

What’s this fuckin’ noise? Who are these fuckin’ people?

Y la interrupción le disgusta porque ignora que le acaba de salvar la vida: la maquilladora pelirroja que le atiende estaba a punto de atravesarle la garganta con un pincel de contorno del número cinco.

Supongo, querida Tanako, que este registro es culpa del lector del blog que añadió a Tararino en la lista de muertos. Era lógico sospechar que se trataba de una sugerencia a la que, pese al riesgo del preaviso, no me podría resistir. Igual que no me resisto a jugar con la línea temporal como hace Tararino en sus películas y, tras la entrada de la Interpol en el estudio, voy a saltar hasta una habitación de hospital donde está usted ingresada. El doctor acaba de informarle del alcance de su lesión, mostrándole la radiografía de una mano derecha en la que falta el dedo índice:

—La movilidad de las otras falanges no se verá disminuida.

Después de este salvaje primer plano, entra en escena el teniente Friendy, con su chaqueta de tweed tres botones y corbata de tartán Royal Stewart. El sobre que le entrega tiene por remite el símbolo de la doble daga. Al abrirlo —un breve flasback sepia nos informa de que lo han revisado en laboratorio por si fuera una trampa— se escurre en la sábana que cubre su regazo el anillo que llevaba puesto el dedo amputado. Esta burla final incendia su cólera, Tanako, hasta tal punto que el doctor prescribe un tranquilizante. ¿Es que conservaba la esperanza de recibir el dedo por correo, en lugar del anillo? ¡Que me aspen! Un miembro amputado es irremplazable, por lo que tiene un gran valor sentimental.

A parte del salto espacio-temporal, la pérdida de miembros también es frecuente en los guiones de Twenty Tararino: brazos, piernas, penes, orejas... Una oreja de la Brigada de Amenazas de la Interpol habría sido un vistoso recuerdo. Escuche este titular: “Tanako Sasanga, la policía de nueve dedos, es desde hoy un ser incompleto, otra mujer aburrida de la perfección, otra mujer que aprenderá a mirar más allá de los pequeños detalles”. Créame si le digo que la parte que le falta le hará más fuerte. Y recordar que permanece en mi poder nos va a mantener más unidas que nunca.

Ahora que hemos visto el desenlace retrocedamos hasta el clímax. Acompáñeme de vuelta al estudio, en mitad del registro a cargo de un equipo de la Interpol liderado por Ángelo Friendy. La maquilladora pelirroja renuncia discretamente a atravesar la garganta de Twenty Tararino con un pincel de contorno del número cinco, y abandona la nave por la puerta que da al callejón. Entonces aparece usted —tenía que ser usted— para darle el alto al verla subir al coche. Ordena que abra la ventanilla y le muestre su identificación. La maquilladora le entrega una identificación falsa —un pase VIP de la revista VAGUE— y sube el cristal, atrapando su dedo. Se quita la peluca pelirroja y le deja comprender, apenas durante un segundo, quién es la mujer que oculta el maquillaje. Luego arranca el coche a toda velocidad, arrastrándola unos metros, llevándose su dedo. Los disparos de los demás agentes no consiguen impedir la huída.

—Someone call an ambulance!

¿Sabe cómo llaman en Francia al Cuarto de Libra con Queso? Royale con Queso. ¿Y al Pig Mac? Me ha faltado uno de esos largos diálogos supuestamente intrascendentes cuajados de subcultura pop. Uno de esos diálogos Made in Tararino que llevan un fuckin’ delante de cada sustantivo —es curioso que siempre lo traduzcan por jodido, participio con otro significado en castellano. Lo cierto es que había muchas jodidas razones para quitar de en medio a Twenty Tararino —“Diálogos con comentarios racistas” podría ser una. Y sin embargo ha sido el primero de la lista en esquivar la navaja de Chelo Insania. ¡Que me aspen! El director de Cult Friction y Kill Will se habría ahogado en su propia sangre, si usted no hubiera interrumpido la sesión de maquillaje. Y si no hubiera estorbado mi fuga, todavía podría usted comer con palillos.

Aún veo su dedo empapando mi regazo, mientras conduzco a través del fuego cruzado —la sangre y los tiros de las películas de Tararino. Su dedo caliente huyendo conmigo, para ser disecado y convertido en un precioso broche. Voy a llevar este broche en la solapa de la chaqueta, o como complemento de un abrigo de lana. Este pequeño ornamento luce un poderoso significado: el índice derecho es el dedo con el que usted solía apretar el gatillo, así que tendrá que pensar otra forma de dispararme; el índice es el dedo acusador, así que tendrá que inventar otra manera de señalar hacia el culpable.

Don’t shoot the messenger, Tanako. Mi trabajo es dar malas noticias, para que la gente se sienta incómoda y cambie de postura. ¡Tanto tiempo sentados se atrofian las articulaciones! Por eso deseo una corta convalecencia a la policía de nueve dedos. Porque —a pesar de su exiguo fondo de armario— respeto la seriedad y el coraje con que aborda esta investigación.