viernes, 19 de septiembre de 2008

Muerte a Woddie Harlem

He oído que Woddie acostumbra pasear a media tarde por esta parte de Central Park. Ahí lo veo venir por el sendero, meditabundo, inofensivo, después de encender un cigarrillo.

Salgo de detrás del olmo en cuanto dobla la curva, armada con la escopeta de caza que utilizó en el rodaje de Batch Point. Soy elegante en fotografía, pero en movimiento tengo la estabilidad de un violonchelo. Woddie debe darse cuenta mientras tropiezo, ruedo sobre el césped, se me cae la escopeta y gateo hasta que consigo recuperarla.

—I’ll give you all the money! The watch is a gift from Maddona…

No quiero robarle. Le explico que el cigarrillo que está fumando ha sido tratado con cloruro de potasio y un potente depresor del sistema nervioso central. Eso significa que, en apenas unos minutos, habrá terminado su fecunda carrera cinematográfica como director, actor, guionista…

—I am also a writer —dice.

Woddie pisa la colilla envenenada y enciende otro cigarrillo. Pero al ver la expresión de mi rostro se deshace de él. Entonces vacía el contenido de la cajetilla en el sendero y salta con los dos pies hasta reducirlo a un montón de tabaco. Dice que por eso dejó de fumar, al menos hasta que volvió a fumar. Siempre supo que el vicio lo mataría, el vicio o un yellow-cab.

—You can’t quit in the city —dice—. You can’t stop, anything...

Me pregunta si se trata de un crimen antisemita. Le digo que, después de algunas de sus películas, los sionistas tienen más motivos para matarle que yo. Me pregunta si se trata de un ajuste de cuentas, pues el éxito en Europa le ha granjeado enemigos en casa. Tengo que explicarle que no, que es todavía más sencillo. Él ha dirigido unas cuarenta películas que yo empecé a coleccionar en formato VHS. Pero luego tuve que tirar las cintas y comprarme un reproductor de DVD.

—Everything’s too quick in the city —dice—, everything...

Le explico que volvió a pasar algo parecido cuando se impuso el Blu-Ray. Por eso voy a matarle, para poder completar mi colección antes del lanzamiento del siguiente formato.

Woddie inicia uno de sus monólogos paranoides, aunque la droga ha empezado a hacer efecto y ya no le entiendo muy bien. Observo que se frota una mano con otra y tartamudea igual que en Juana y sus hermanas. Dice que, si se trata de eso, conoce gente, gente poderosa, que puede retrasar el lanzamiento del sucesor del Blu-Ray, el tiempo que haga falta, incluso terminar con el próximo monopolio audiovisual. Al ver que no me muestro interesada por su oferta, comienza a bailar sobre el mismo metro cuadrado, como si de fondo sonara la guitarra de Dyango Reinhart.

Lo siguiente que se le ocurre es ofrecerme un papel en su próxima producción. Llamará a Javer Varbén y nos escribirá un guión con muchas escenas de cama. El sexo sin amor es una experiencia vacía, dice, y de todas las experiencias vacías una de las mejores. Si prefiero las mujeres, claro, puede llamar a Escarlet o Pelénope, ya ha tratado el tema del lesbianismo en Ricky Carolina Badalona, aunque aquella vez… Woddie me pregunta si conozco el famoso chiste de las dos ancianas en el hotel de montaña. Esto son dos ancianas en un hotel de montaña, y una le dice a la otra, “¿Verdad que la comida es detestable?”. Y la otra le contesta, “Sí, y además las raciones son muy pequeñas”. Así ve la vida, igual que las ancianas de ese chiste. Tanto frío, soledad y tristeza, y todo termina demasiado deprisa.

Entonces se quita las gafas de pasta, mira los cañones de la escopeta, y se las vuelve a poner. Recuerda que hace tiempo que dejó de escuchar a Wagner porque le entraban ganas de invadir Polonia. Me dice que asesinar a un ateo es el crimen más cruento, porque detrás de la muerte aguarda el vacío.

—Murdered by a beautiful woman. Oh, wonderful! It sounds like a, like a movie title from the sixties. Are you a kinda, kinda sadist? Oh, tell me... Why don’t you go and pull the trigger?

Woddie prefiere que le dispare en otra parte del parque. Aquí en Strawberry Fields fue donde asesinaron a John Lennon, el mosaico de IMAGINE se ve al final del sendero. Yo le digo que la escopeta no tiene cartuchos, pero lo que he venido a hacer ya se ha hecho. El cloruro de potasio provoca ritmo cardíaco lento e irregular, pesadez en las piernas, hormigueo en las manos y los pies, dificultad respiratoria, ansiedad…

—Are you kidding, girl? I feel like that every fu*kin’ morning!

En dosis elevadas el corazón no soporta la emoción y se para. No tardará en desvanecerse para sufrir la plácida muerte de los condenados a pena capital en Texas.

—Oh! —dice Woddie al enterarse— Wonderful!