domingo, 22 de febrero de 2009

Muerte a Eleniment

A menos que el hip-hop se niegue a respetar las reglas del rockandroll, el destino del artista muerto es convertirse en un dios. El cadáver del rapero de Detroit aparece electrocutado en el jacuzzi de hotel, a pocas horas de su concierto en el Estadio Olímpico de Sevilla. No es buena idea bañarse con el equipo de sampleado, pero le convencí para montar unas bases.

—Mire este graffiti, jefa —dice el teniente Friendy. El cadáver lleva en la frente el signo de la doble daga.

—Ahora no hay duda —dice el comisario Santisteban.

—¿La había cuando nos llamaron, comisario?

—Negativo, señora. Quiero decir que no la había.

Creo que hay dos tipos de MC’s, la víctima de barrio con manía persecutoria (“Me odias por ser como soy/ pero el sistema no silenciará mis rimas”) y el megalómano cubierto de oro (“Soy el puto amo de la ciudad, las mujeres y la carretera”). La inteligencia de la calle debería esperar algo más que lloriqueos y fanfarronadas, pero —una vez más— Eleniment había vendido todas las entradas del Estadio Olímpico. ¿Por qué no aprovechar su breve estancia en el hotel para abreviar su estancia en el Mundo Libre? Esa ropa deportiva no sienta bien a nadie.

—Los medios justifican el fin —continua Tanako— Chelo ama los ritos, no es ninguna fanática, no actúa a ciegas, se aproxima a su objetivo respetando ciertas normas...

—Tienen que venir al dormitorio —interrumpe Friendy. Allí encuentran la olla burbujeando sobre el infiernillo eléctrico.

—¿Es sopa?

—Agua y arroz.

—¿Eleniment cocinaba antes de... bañarse? —se pregunta en voz alta el comisario.

—Chelo me manda un mensaje —dice Tanako—. Sabe que hiervo de rabia.

—No se obsesione, jefa. Debe haber otra explicación.

—Escúchenme con atención: buscamos a una mujer, entre veinticinco y treintaicinco años, aficionada al teatro, el hardcore y el violonchelo. Tiene un trabajo relacionado con el mundo de la moda: diseño, marketing, relaciones públicas... Ella tiene su lista, así que hagamos las nuestras. Quiero listas de nombres que encajen en este perfil. Quiero presencia policial en desfiles, fiestas, rodajes de spots de cosmética, presentaciones de perfumes... Quiero que sienta el aliento de la ley, que se lo piense antes de volver a actuar. Y quiero que cuando lo intente estemos nosotros allí para detenerla. ¿Entendido?

—Sí, jefa.

—¿Qué hemos averiguado del pase VIP de la revista VAGUE?

—Está a nombre de la actriz Excelsa Pachaqui. Tengo al equipo siguiendo esa pista.

—Manténgame informada. La industria textil representa el 16% del Producto Interior Bruto del país. La moda interesa, y ella lo sabe. Ha convertido sus crímenes en acontecimientos mediáticos a través de ese blog. ¿Qué han dicho los informáticos, Friendy?

—Me reúno con ellos esta tarde.

—Ha creado una marca, una etiqueta. Fabrica un producto, lo vende en internet y cientos de curiosos lo están comprando. Hay que detener esto. ¡Desmantelemos de una vez el blog!

—Me permito discrepar, jefa. El blog es una fuente de información, lo único seguro que tenemos. Chelo nos habla. En la historia de la psicopatía criminal no hay un solo caso, ¿sabe?, en que el serial killer no quiera visibilidad. Pretenden demostrar ser más listos que la policía, pero en el fondo nos necesitan cada vez más cerca.

—Coincido positivamente con el chico —apunta el comisario Santisteban.

—Quiero organizar una ronda de entrevistas con la gente de la moda. Diseñadores, prensa, cámaras de comercio, ACME, agencias de publicidad y comunicación... Esas personas trabajan con la asesina, codo con codo. Toman café, van a los mismos restaurantes, compran bolsos en las mismas tiendas... ¿Se encargará de ello, Friendy?

—Nos ponemos en marcha, jefa.

—Un último detalle, teniente, sobre el lenguaje de mis antepasados: el pictograma kanji para la palabra Ki representa una olla con arroz exudando vapor. Una como esta. Chelo sabe que soy cinturón negro de aikido. Aikido significa “el camino del Ki”. El Ki simboliza la “energía vital”, el alma que se agita y bulle como el vapor de la olla. Así que, por favor, deje de decirme que no me obsesione, y desenchufe de una vez ese infiernillo.

Tras esa frase un primer silencio.

—Vaya. Lo suyo con esa lunática es algo personal...

—¿Sabe qué es lo último que ha escrito Chelo Insania? —Tanako debe mostrarle la mano derecha, donde falta el dedo índice que ahora llevo en un broche—. Que no volveré a comer con palillos.

Un segundo silencio, más pesado.

—Lo siento, jefa. No he debido decir... ¿Qué es este cable?

Me temo que Friendy ha descubierto el micrófono bajo el infiernillo.

—¡Esa desestructurada nos espía! —dice el comisario—. ¿Habrá escuchado todo lo que...?

—Desconéctelo, Friendy.

Las últimas palabras captadas antes del tirón son:

—¡Cambio y corto, lunática!

La luna tiene corazón de hierro.