lunes, 29 de septiembre de 2008

Muerte a la Weeweepedia

Domicilio de Weewee Media Inc. en Tampa, Florida, fundación sin ánimo de lucro que gestiona donaciones para financiar proyectos culturales, entre los que destaca Weeweepedia, la enciclomierda libre. El Consejo de Administración no es un selecto equipo de trajes grises de Harvard, que fuma cigarros habanos alrededor de una mesa de caoba. El manager es un gaucho de 22 años con zapatillas de skate, que masca chicle sin azúcar delante de un Mac Air.

—¿Eres el editor jefe?

—Acá no hay boss, en realidad, estamos todos al servicio de la información. ¿Y vos, quién sos?

—La información que publicáis a menudo es incompleta.

—¿Qué? La pucha, toda información es incompleta, siempre.

—A menudo está equivocada.

—Para eso tenés la pestaña de Discusión. Si no estás de acuerdo con algo, vos podés abrir un debate. ¿Conocés el yin y el yang? Buscá esa entrada, la edité yo. Lo bueno y lo malo de la Weeweepedia, ¿viste?, es que el contenido está abierto, abierto a todo el mundo.

—¿No creéis que el mundo necesita, entre tanto desconcierto, escuchar voces autorizadas?

—¿Sos una especie de neonazi, vos?

Cierro mi ordenador portátil y salgo de la sala común. Acabo de actualizar la entrada de la Weeweepedia donde se habla acerca de la Weeweepedia, añadiendo el siguiente final:

En breve, la Weeweepedia dejará de existir debido a la destrucción total de sus servidores en el Estado de Florida. La prensa lo llamará terrorismo, pero se trata de…

Utilizo uno de los ascensores para bajar al garaje. En un rincón está la garita de vigilancia donde he atado y amordazado al guardia de seguridad. Le saludo al entrar. El guardia parpadea. Los monitores en blanco y negro parpadean. Señalo la imagen de una furgoneta de reparto de flores aparcada en el primer sótano. Explico que los sacos de tierra de abono contienen explosivo en polvo —mientras le pongo al vigilante un crisantemo en el ojal— en cantidad suficiente como para provocar el colapso del edificio, uno semejante al que el que sufrieron las torres gemelas tras el impacto de los aviones. La prensa lo llamará terrorismo, pero se trata de una reorganización de la cultura.

Los ojos del guardia se abren y sus dientes muerden el pañuelo que le rodea la boca:

—GmmiMMMmemNNNmemsGggrrrr…

Sobre la mesa hay un ejemplar de The ice at the bottom of the world, de Mark Richard. Le digo que no le voy a desatar las muñecas ni los tobillos. Pero le voy a soltar de la silla para que escape dando saltos por la rampa del garaje. Si no se detiene a dar la alarma quizá tenga tiempo de salvar la vida. Le digo que sacuda la cabeza si ha entendido mi proposición.

—Efffss, effss!

Todos somos víctimas inocentes. La justicia remedia el fin, el fin ajusticia los medios. En el edificio de Weewee Media Inc. en Tampa, Florida, trabajan otras muchas personas que, que me aspen, si yo tuviera elección, ¿está usted leyendo esto agente especial Tanako?, si yo tuviera elección podrían salvarse.